Este 24 de marzo dio inicio la experiencia de puerto Camino Pascual del Movimiento Renovación Maristas (REMAR) en Maracaibo, Venezuela.
“Tomás le dijo a Jesús:
– Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?
Jesús le contestó:
– Yo soy el camino, la verdad, y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre.” (San Juan 14. 5-6)
Fueron tres días en los que las carabelas MAGNASUS (Machiques), SIRIUS (Punto Fijo), CLIRIN (Maracay) y FÉNIX (Maracaibo) descubrieron el significado de los tres símbolos que engloba la Celebración de la Pascua del Señor: la luz, la palabra y el agua. Jesús nos dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad” (San Juan 8. 12).
Tomando conciencia de nuestras tinieblas, nos acercamos a Jesús que es la luz del mundo. Vivimos la Catequesis de las tinieblas y la luz y la Celebración que lleva el mismo nombre. Fueron dos ocasiones para materializar el propósito de desprendernos de nuestras tinieblas y ser luz para el mundo, la comunidad, la familia, la escuela, el grupo de amigos. Nos dimos cuenta que ser luz implica abandonar las tinieblas, para que no entorpezcan nuestra luz. La realidad de recibir la luz de Cristo no nos puede dejar indiferentes, y es que Él lo dijo: “Yo, que soy la luz, he venido al mundo para que los que creen en mí no se queden en la oscuridad” (San Juan 12. 46).
“Judas (no el Iscariote) le preguntó:
– Señor, ¿por qué vas a mostrarte a nosotros y no a la gente del mundo?
Jesús le contestó:
– El que me ama, hace caso de mi palabra: y mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a vivir con Él” (San Juan 14. 22-23).
Jesús nos hace una invitación muy concreta: hay que prestar atención a su palabra. Como Remeros, tomamos conciencia de que debemos hacerlo, pero nos falta algo que nos empuje a leer la Biblia, nuestra brújula. Ese empuje pudimos verlo en la Catequesis de la Palabra, y en la Celebración de la Palabra, momentos cruciales que nos mostraron la belleza de lo que Dios nos quiere decir a través de la Biblia. Jesús dijo que él es la vid verdadera, si una de sus ramas (nosotros) no da uvas Dios cultivador “la corta”. ¿Será que estamos dando uvas o sólo queremos “uvas” para nosotros mismos? Por el contrario, si damos uvas, Jesús nos dice que nuestro cultivador nos poda y nos limpia, para que demos más fruto.
Es en este momento donde descubrimos la importancia de la palabra: para dar fruto debemos leer la Biblia. Para pretender ser luz, “encender una vela”, necesitamos un combustible, algo que favorezca ese fuego para que podamos ser luz. Ese combustible es la palabra de Dios, nuestra “brújula”, el mejor libro de todos.
– “¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides agua a mí, que soy samaritana?
Jesús le contestó:
– Si supieras lo que Dios da y quién es el que te está pidiendo agua, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva” (San Juan 4. 9-10).
Para finalizar, podemos mencionar un pasaje paralelo: el de las siete palabras de Jesús en la cruz. La quinta en específico: Tengo Sed, nos hace ver el significado de lo que Jesús quiere de la samaritana, en la que estamos representados todos nosotros. No sólo pide agua material, sino que nos pide un compromiso de vida. En la Catequesis del Agua y la Celebración del Agua pudimos tener contacto con esa agua, sentir a Cristo como agua que llena de vida nuestra existencia. Queda preguntarnos: ¿Hoy en día podemos calmar esa sed de justicia o damos de beber vinagre, como le dieron a Jesús? En la Catequesis del agua pudimos ver su significado, y en la Celebración del agua vivimos ese significado, renovando nuestras promesas bautismales; haciendo vida eso que dice San Pablo: Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo.
Tengo sed, sigue diciendo Jesús. Nos animamos como remeros a beber del agua que Cristo nos da, para nunca más tener sed. Y así, bebiendo del agua de Jesús, podremos colaborar con Él para calmar su sed de que los hombres y mujeres de hoy, en esta ocasión los jóvenes, vivamos en justica, conversión, amor y servicio. La Celebración de Envío ha servido para esto y nos ha dejado inquietudes y expectativas, cuyas resoluciones pedimos al Señor nos ayuden a vivir en su camino.
Los timoneles deseamos a nuestros remeros vivir verdaderamente la Semana Santa y les decimos lo mismo que Pablo decía a los cristianos de Corinto: Ahora pues, como colaboradores en la obra de Dios, les rogamos a ustedes que no desaprovechen la bondad que Dios les ha mostrado.
¡Con María, salgan de prisa, a una nueva tierra!
Marcelino Champagnat